Un circulo de mujeres sentadas con las piernas cruzadas y tomadas de las manos haciendo una reverencia de agradecimiento

Círculos de autocuidado y cuidado colectivo entre profesores/as para su bienestar

Hacer frente a los problemas y retos que implican atender las violencias en el ámbito escolar requiere reflexiones y acciones colectivas combinadas con un trabajo de cuidado y contensión personal. Hablamos de soluciones en el marco de la colectividad. En un breve diágnostico reflexionamos junto con Ana María Hernández Cárdenas sobre los círculos de cuidado en los equipo

Círculos de autocuidado y cuidado colectivo entre profesores/as para su bienestar

Breve diagnóstico

Ser profesora o profesor hoy no es tarea sencilla, en México atravezamos por una crisis institucional en muchos ámbitos, entre ellos el educativo, que es reflejo de la violencia social y política que toma sus formas cotidianas en el ámbito escolar. Esta labor formativa en sentido amplio requiere de un fuerte compromiso social, de una apertura y capacidad para comprender las dinámicas complejas y muchas veces violentas del entorno en las que se desarrolla esta labor formativa y de convivencia-conflictividad. El conjunto de violencias que ocurren en el ámbito escolar y que afectan a much@s estudiantes demandan atención y el impulso de acciones que involucran de forma muy central a las y los profesores. Todos los días crece la necesidad de contar con más herramientas de contención y nuevos conocimientos para afrontar estas problemáticas que rebasan con mucho las capacidades en las escuelas, lo cual genera una tensión permanente por la falta de soluciones y un cuestionamiento presente al rol docente.

Además en contextos precarizados como los de Oaxaca, la vida diaria de las y los profesores exige resolver un sin fin de obstáculos y retos, como por ejemplo, la insuficiencia de materiales y herramientas pedagógicas, los rígidos modelos de aprendizaje cargados de contenidos y plazos no acordes a las necesidades y cosmovisiones del alumnado, la histórica tensión laboral-sindical, las presiones que impone la carrera magisterial y en general la exigencia constante de dar “buenos resultados en la formación del alumnado”.

Las profesoras y profesores cumplen muchos roles y funciones: dar clases frente a grupo, ser escucha y contención ante problemas de y entre estudiantes, orientar y enfrentar reclamos de padres y madres de familia, gestionar recursos, atender cuidados médicos, hacer gestoría cultural, coordinación pedagógica, revisión trabajos y elaboración de actas, entre otros. Esta diversidad de roles y funciones genera que se trabaje fuera del salón de clases un promedio de cuatro horas más allá del horario.

Se ha documentado en varios estudios que la mayoría de profesoras-es que realizan su labor en contextos de violencia viven un estrés cotidiano que les afecta en sus emociones, debilita su ánimo y la percepción de sus capacidades y logros, pues es en el espacio escolar donde se expresa con crudeza la pobreza, la violencia, el abandono, las rupturas familiares, los abusos y tensiones de poder que viven sus estudiantes y demás personas del entorno. Esta exposición cotidiana a historias y situaciones que los rebasa o interpela personalmente, sumado a la falta de recursos para gestionar las afectaciones de forma colectiva, provoca que muchos docentes revivan las historias como propias. La empatía excesiva, que hace perder los límites entre el que acompaña y el que vive la situación, deviene en un desgaste que, perpetuado en el tiempo, se vuelve insostenible. Esta convivencia con situaciones traumáticas sobre las que se siente solo y no se encuentra solución, lleva a la aparición paulatina de lo que se ha nombrado como “síndrome de desgaste profesional por empatía” esto es un tipo específico de burnout1 para personas que trabajan en profesiones de ayuda o servicio.

Este artículo se pensó como un acto de justicia para que los y las profesoras/es ocupen un lugar de reflexión y atención como protagonistas y no solo como acompañantes de sus alumnos/as. Mayoritariamente las maestras y maestros de adolescentes siguen siendo confidentes, orientadores y personas aliadas y a veces defensores/as de jóvenes que están viviendo situaciones de violencia en su casa o entre sus pares. La viviencia de agobio y de sobrecarga se atribuye, muchas veces de forma equivocada, a una incapacidad o destinterés individual y no a un contexto social que invisibiliza las necesidades de apoyo emocional y bienestar a los que el profesorado tiene derecho.

En un sondeo realizado por Consorcio Oaxaca el año pasado sobre estrés docente a profesores y profesoras en los Valles Centrales de Oaxaca, se puso en evidencia que ante una demanda excesiva de respuestas, ese compromiso social va siendo reemplazado por agotamiento, fatiga, pérdida de interés y otros malestares y que los docentes carecen de espacios legitimados dentro de las escuelas para acompañar sus procesos personales y grupales para poder acompañarse en lo que sienten y necesitan en la búsqueda de soluciones.

En la generación de respuestas colectivas: los cículos de autocuidado y cuidado colectivo entre profesoras/es para su bienestar

Hacer frente a los problemas y retos que implican atender las violencias en el ámbito escolar requiere reflexiones y acciones colectivas combinadas con un trabajo de cuidado y contensión personal. Hablamos de soluciones en el marco de la colectividad pues ninguno de los problemas planteados en este material tiene una solución o salida unicamente personal, sino que depende de factores estructurales como la exclusión, la pobreza, la discriminación y la lógica machista que impera en las relaciones entre hombres y mujeres.

Recuerdo un taller con profesores/as en el que les pedimos recordar su infancia y las situaciones difíciles a las que se habían enfrentado siendo estudiantes. La compartición de recuerdos fue dolorosa y conmovedora: todas y todos los participantes habían sufrido situaciones puntuales o permanentes de violencia en el hogar, o por sus profesores, o por sus compañeros/as, recordaban haberse sentido juzgados, incomprendidos y solos. La acción de compartir, de verse reflejados en la historia de su colega les hizo sentirse identificados. Luego hablamos de cómo ellos en su rol actual de profesores/as podían sentirse cercanos a los sentimientos de soledad y tristeza que sus alumnos experimentan cuando les cuentan situaciones parecidas a las que ellos/as mismas vivieron. El efecto positivo de este ejercicio fue la generación de empatía entre el grupo de docentes, la sensación de no sentirse solos en el problema, de poder expresar sus emociones y que el mismo grupo pudiera contener y apoyar y se comenzaron a delinear algunas propuestas colectivas para compartir la carga y la resposabilidad de las acciones para combatir patrones de violencia en la escuela.

Este ejemplo es propicio para mostrar la utilidad de generar dentro de las escuelas espacios específicos de docentes de autoapoyo para abordar preocupaciones, dudas sentimientos y propuestas ante el reto de buscar y dar respuestas frente a la violencia escolar. Los cículos de autocuidado y cuidado colectivo sirven para poder reflexionar acerca de lo que les ocurre a quienes trabajan con jovenes estudiantes que son victimas de abusos o con problemáticas complejas como las que se plantean en este folleto, ayuda a tomar distancia de los fenómenos, ponerlos en perspectiva, darles explicaciones contextuales y buscar soluciones colectivas a situaciones que requieren acciones más estructurales.

Los círculos de autocuidado y cuidado colectivo entre profesores/as son mecanismos que tienen la finalidad de fortalecer los equipos como tales, colocando en el centro a las personas que lo integran. Este espacio de autogestión, que está enfocado a la atención grupal de los docentes se puede convertir en una fuente de crecimiento personal y colectivo, de cohesión, entendimiento y solidaridad entre profesoras/es que trabajan en procesos de formación con contextos marcados por las violencias cotidianas, ya que la atención a la violencia no es algo que resulte disociable de la vida misma de las personas que atienden esta problemática.

Algunos puntos a tomar en cuenta para formar los círculos de autocuidado y cuidado colectivo entre profesores/as

Si bien en muchos países es obligatorio que las instituciones cuenten con estrategias grupales de atención y contención al personal docente, la realidad en nuestro país no ofrece esos mecanismos. Sin embargo, muchas iniciativas útiles para apoyar los procesos formativos han ido surgiendo de forma autogestiva y con la puesta en marcha han demostrado sus beneficios. La propuesta de los círculos de profesores/as para el autocuidado y cuidado colectivo requieren de ese interés y necesidad de los docentes para romper la inercia y el aislamiento en el que enfrentan los problemas de las violencias en el entorno escolar. Algunas experiencias impulsadas en organizaciones y grupos de la sociedad civil para generar círculos de cuidado en los equipos nos han enseñado que:

  1. Tomar conciencia de la necesidad del cuidado personal y colectivo es un proceso que se consigue poco a poco y en ritmos diferenciados. Por ello es deseable que quienes participen en el círculo lo hagan de forma voluntaria y que el grupo vaya creciendo de acuerdo a estos procesos.
  2. El círculo o espacio grupal se realiza de forma periódica, fijando una fecha y duración por sesión.
  3. Las y los integrantes del círculo acuerdan las reglas básicas y principios para su funcionamiento. La finalidad es generar un espacio de confianza y seguridad en torno a lo que se habla, a lo que se trata. Unas reglas básicas por ejemplo son: “lo que aquí se habla, aquí se queda”, “escuchar y ser escuchado”.
  4. Las preocupaciones o planteamientos personales y las generadas en forma grupal son las que orientan los contenidos que se abordan en cada sesión de los círculos, esto es muy importante de respetar pues la riqueza del resultado se alcanza cuando las personas se sienten escuchadas y atendidas.
  5. Se reconoce que hay diversas perspectivas, historias y saberes y todas tienen que ser respetadas y escuchadas
  6. La expresión de los sentimientos y pensares son parte fundamental del objetivo del círculo, por lo que es necesario que el grupo aprenda a recibir, contener y empatizar con la persona que expresa su palabra.
  7. La facilitación puede ser rotativa y las personas integrantes le otorgan la confianza para realizar la tarea.
  8. Se promueve el aprendizaje de la comunicación asertiva y la empatía entre las personas integrantes del grupo.
  9. Se promueve el entendimiento contextual de las problemáticas y se disminuye la personalización. Se buscan soluciones colectivas que fortalezcan las dinámicas colaborativas.
  10. Se busca enriquecer la dinámica grupal invitando personas externas para compartir sus saberes y experiencias.
  11. Se busca cuidar a las personas del equipo y acompañar sus procesos de autocuidado. El grupo busca aumentar capacidades y conocimientos para el cuidado personal y colectivo.
  12. El círculo es un mecanismo para potenciar las fortalezas, mejorar las respuestas ante las problemáticas y atender de forma temprana o prevenir las crisis.
  13. El círculo es una forma de conexión e identificación de lo humano que se opone al aislamiento, la inercia y la desesperanza. La suma de esfuerzos encuentra un cause colectivo.

La labor docente es un trabajo para el bien común, modela y propone las formas de convivencia que una sociedad necesita construir para afrontar y trascender sus problemas. Esa tarea titánica solo es posible en resonancia con los y las otras.

1 Se refiere al estado de cansancio físico, mental y emocional, ocasionado por la exposición prolongada a situaciones altamente demandantes del trabajo.