La tristeza asusta, por eso la alejamos de nuestras vidas, la apartamos y encerramos bajo llave porque detrás de ese cerrojo están los momentos, ideas o emociones del pasado que nos cuesta trabajo dejar ir.
Esta forma de recluir una emoción, tan necesaria como todas las demás, al contrario de lo que puede pensarse, no hace que esta no exista en nuestras vidas. Por el contrario, el no dejar salir la tristeza, puede llegar a mantener un estado de falta de energía para realizar nuestras actividades.
Negar una emoción no provoca su desaparición.
Estos son algunos consejos para abrazar poco a poco la tristeza:
Identifica qué es lo que haces para no estar triste.
Puede ser que para evitarla te mantengas ocupada haciendo cosas de más en tu día, ocupes tu mente con recuerdos que te hagan alejarte al contacto con la tristeza (recuerdos alegres), etc. Saber qué es lo que haces cuando asoma la tristeza, puede ser muy útil a la hora de identificar cuándo sientes tristeza.
Cuando vayas identificando qué es lo que haces, intenta reducir poco a poco estas acciones automáticas.
Ahora puedes sentarte con la tristeza, recostarte, ponerte música, usar algún aceite o estar en silencio contigo misma, en ocasiones la tristeza se acompaña de lágrimas y está bien dejarlas salir.
Puede que esto asuste en un primer momento, pero recuérdate a ti misma que para que aparezca la alegría, también tiene que existir la tristeza. También sirve recordar que es una emoción, y que al igual que el resto de las emociones, tiene un principio y un final.
Después de estar con la tristeza, sea de la forma que sea, intenta abrazarte a ti misma, tratarte bien, darte un baño relajante, disfrutar tu comida favorita, etc.
De esta forma, la próxima vez podrás recordar que después de permitirte abrazar a la tristeza, pasan cosas agradables, sentir el alivio, relajación etc.
Si pudiste abrazar la tristeza, ¿Qué hiciste para cuidarte? ¿Qué te dijiste por estar sintiendo aquello que sentías?