La ansiedad es una respuesta anticipatoria a determinadas problemáticas en nuestra vida que nos supone una situación desagradable o una amenaza real o imaginaria. Nuestro cuerpo al interpretarla de este modo, activa toda una serie de mecanismos fisiológicos destinados a huir de la amenaza.
Existen síntomas fisiológicos de la ansiedad:
- Palpitaciones o elevación de la frecuencia cardiaca (taquicardia).
- Sensación de ahogo, con respiración rápida.
- Opresión en el pecho.
- Miedo o pánico.
- Sudoración o escalofríos.
- Pérdida de visión y concentración.
- Temblores.
- Náuseas o molestias abdominales.
- Mareo o incluso desmayo.
La ansiedad asoma sensaciones de miedo, incertidumbre, desasosiego y también nos ayuda a salvaguardarnos de peligros reales que podrían comprometer nuestra vida. Los ataques de ansiedad pueden ocurrirnos en cualquier lugar. De repente nos invade una sensación de miedo que se apodera de nosotras, a veces paralizándonos y otras haciéndonos huir.
A veces la ansiedad se acompaña de síntomas mocionales y cognitivos, nervíosismo que puede llevarte a comer en exceso o a no comer, sentirte inquieta, perder la concentración fácilmente, o tener alguna otra conducta evitativa.
¿Qué puedes hacer si eso pasa?
Cuando sientas que está empezando algún síntoma de la ansiedad, cruza los brazos por encima del pecho, abrazándote a ti misma por un momento.
Tus manos déjalas caer sobre tus brazos, quedando tus palmas cerca de los hombros del brazo contrario.
Mientras eso pasa respira profundamente y durante unos minutos siéntete a ti misma, acaríciate, y anímate dándote palmadas en los brazos.
Pasado ese minuto, observa cómo te sientes, respira de nuevo profundamente, e intenta recordar un episodio agradable de tu vida, un lugar donde te sientes segura y tranquila.